Friday, April 5, 2013

¿Cómo nace una mujer?



Descubre cómo se va conformando la personalidad física y emocional de una mujer, incluso antes de su nacimiento...

Entender cómo funciona y evoluciona el desarrollo femenino es una de las dinámicas más complejas en la anatomía humana, pues durante la vida cada mujer transita por etapas muy complejas, tanto biológica como emocionalmente.
Se dice que existen tres etapas esenciales: infancia, madurez y senectud. Los límites entre ellas están marcados por la pubertad y el climaterio, que son por tanto periodos de transición, y cursan con importantes cambios endocrinológicos y físicos.
Si bien el sexo del embrión queda determinado en el momento de la fecundación según que el espermatozoide contenga un cromosoma X o un cromosoma Y, transcurren varias semanas durante la embriogénesis humana sin que existan diferencias evidentes -aún al microscopio electrónico- entre un feto de sexo femenino y uno de sexo masculino.
Pero, cómo sucede este proceso. Los psicólogos freudianos suponen que el ser humano tiene sexo desde que es un feto en el vientre materno, y posee, originalmente características sexuales femeninas.
La acción de las hormonas sobre el organismo se inicia mucho antes del nacimiento. Esta determinación sexual es resultado de una secuencia de procesos celulares y hormonales que comienzan durante la gestación.
Así, con el desarrollo fetal, las glándulas sexuales, ovarios o testículos, segregan hormonas, cuya acción es crucial durante toda la vida, pues excitan, inhiben o regulan la actividad de numerosos órganos.
Uno de los momentos más importantes en el desarrollo sexual femenino es la ovogénesis, que corresponde al proceso de formación y diferenciación de las células sexuales femeninas u óvulos.
Este mecanismo comienza en la etapa gestacional de una niña (desde el tercer mes de desarrollo fetal), período en que ocurren dos importantes modificaciones celulares.
En la primera de ellas, los óvulos se dividen por mitosis y originan las ovogonias (fase de multiplicación), mientras que en una segunda instancia, las células sexuales crecen y se transforman en ovocitos de primer orden.
Cuando una mujer nace, sus ovarios contienen cientos de miles de ovocitos, los cuales permanecen inactivos hasta la llegada de la pubertad. En la pubertad, la hipófisis empieza a fabricar hormonas que estimulan a los ovarios a producir hormonas sexuales femeninas, incluyendo los estrógenos.
¿El último período?
La menopausia supone el final de la capacidad reproductora de la mujer. Generalmente tiene lugar entre los 48 y los 52 años de edad, aunque en la actualidad tiende a producirse en edades cada vez más tardías.
El principal signo de la llegada de la menopausia es la irregularidad del ciclo menstrual; meses o años más tarde se produce la última menstruación. No obstante, aunque la fertilidad declina gradualmente durante los años previos a la menopausia, se recomienda el empleo de algún método anticonceptivo durante los 12 meses posteriores al último periodo menstrual, puesto que en esta época todavía es posible que la mujer quede embarazada.
La mayoría de las mujeres experimenta síntomas molestos como acaloramientos, sudores nocturnos, picores y sequedad vaginal. También a causa de las alteraciones hormonales, en ocasiones se presentan trastornos emocionales y psicológicos que pueden incluir depresiones, irritabilidad o ansiedad, que pueden ser agravados por cambios en la situación familiar, o por una dificultad de la mujer para asumir su reciente infertilidad y las molestias que suponen las transformaciones de su cuerpo.
La menopausia supone el final de la capacidad reproductora de la mujer, pero no de su actividad sexual. Las hormonas masculinas estimulan el deseo sexual, y éstas las sigue produciendo la mujer durante toda la vida; tanto su apetencia sexual como su capacidad orgásmica no tienen por qué experimentar ninguna variación.
Así, muchas mujeres se mantienen sexualmente activas cuando son mayores, e incluso algunas consideran que el sexo es más gratificante en los años posteriores a la menopausia, puesto que ya no han de preocuparse por los anticonceptivos o el embarazo.
Los cambios hormonales que tienen lugar durante y después de la menopausia pueden causar sequedad vaginal, por lo que puede hacerse necesario el uso de un lubricante vaginal para facilitar el coito.
De la psicología femenina
Según el psicólogo argentino Walter Riso, los hombres han intentado durante siglos subestimar la mente femenina, tratándola de poco rigurosa e ilógica. Así han exaltado el valor de la razón sobre la emoción y menospreciado los atributos afectivos del mal llamado «sexo débil».
Sin embargo, el supuesto predominio mental del varón no es más que una fantasía patriarcal. La antropología, la psicología y la neurología están de acuerdo en señalar que las mentes masculinas y femeninas son distintas (que cada género posee una manera particular de organizar y procesar la información, pero ninguna supera a la otra). Se trata de dos estilos de procesamiento, dos maneras de pensar, que de ninguna manera son irreconciliables, señaló.
Para este terapeuta, las mujeres piensan en forma más holística (global), son más flexibles (menos rígidas y dispuestas a tener en cuanta la excepción a la regla), más intuitivas e imaginativas a la hora de buscar soluciones, y prefieren hacer planes a más largo plazo. A veces les cuesta tomar una cosa a la vez.
«Los hombres somos más atentos, nos cuesta suspender lo que estamos haciendo, nos gustan los 
resultados rápidos, pensamos de manera más lineal y causal, y preferimos avanzar gradualmente en el logro de los objetivos», sostiene.
Para este investigador la mente femenina funciona con base a un pensamiento en red donde la información es permanentemente totalizada, la mente masculina es concreta, pragmática e hiperconcentrada.
La psicología femenina puede ver más allá de lo inmediato y planificar con mucha anterioridad. La imaginación le permite adentrase al futuro y tener una actitud preventiva de alto rendimiento. Los hombres funcionamos más y mejor en el aquí y el ahora, nos agrada resolver problemas, dijo.
Riso advierte que la mente femenina es capaz de asimilar infinidad de pequeños detalles en un todo significativo y "olfatear" la solución aparentemente sin tantos recursos técnicos.
Al ser más flexible asimila incluso aquella información que los hombres eliminan… Quizás allí, en esa capacidad de juntar lo aparentemente aislado, reside la famosa intuición femenina, el oráculo con que nacemos.

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Los secretos de la Testosterona


Esta hormona interviene en funciones metabólicas imprescindibles para la vida...
Desde que comienza su formación, el ser humano es fruto de constantes interacciones químicas…en cada proceso se esconde el secreto de la vida, como una programación casi perfecta del organismo. En ella una de las sustancias más interesantes son las hormonas, también conocidas como los mensajeros químicos del cuerpo, y entre ellas, sin dudas una de las que más ha dado de qué hablar lo ha sido la testosterona.
A juzgar por lo que se ha dicho de esta paradigmática hormona, podríamos estar hablando de un compuesto muy poderoso, como si fuera sacado de la ciencia ficción o del mundo sobrenatural. 
Sin embargo, es una sustancia que no es exclusiva de los hombres como muchas veces se piensa, sino que se genera en las glándulas suprarrenales de todas las personas, incluyendo los ovarios, aunque en cantidad 20 veces menor que la segregada por los varones.
La testosterona se conoce como la hormona responsable de estimular el desarrollo de los órganos sexuales masculinos y las características sexuales secundarias del hombre como el vello facial, la agudeza de la voz y el desarrollo muscular.
Su importancia es evidente desde momentos tan tempranos de la vida como el primer trimestre del embarazo. Para el feto la testosterona es responsable del desarrollo de las glándulas sexuales masculinas (los testes) y los genitales externos masculinos.
Durante la pubertad es la encargada de los caracteres como el tono de la voz, el crecimiento de la barba, desarrollo del vello corporal y púbico y la producción y maduración de espermatozoides, entre otras funciones.
Además de «ajustar» la conducta sexual y producir erecciones, esta hormona ayuda a formar proteínas en cualquier momento de la vida y es esencial para muchas actividades metabólicas como la producción de glóbulos en la médula ósea, la formación ósea, el metabolismo de los lípidos o grasas y de los hidratos de carbono, así como en la función hepática y la formación de la próstata. 
En el hombre adulto la testosterona controla todas las funciones sexuales como la libido, la potencia, y la fertilidad y conserva la apariencia típica masculina que se desarrolla en la pubertad. 
Otra misión que tiene es influir en la secreción de otras hormonas como la LH (luteinizante) y la FSH (estimulante de los folículos), que desempeñan funciones esenciales en la espermatogénesis (proceso de formación de espermatozoides). 
¿EVOLUCIÓN DE ELLOS?
La testosterona es conservada a través de la mayoría de los vertebrados, aunque los peces producen una ligeramente distinta llamada cetotestosterona. Su homólogo en los insectos es la ecdisona, aunque unos esteroides ubicuos sugieren que las hormonas sexuales tienen una historia evolutiva antigua.
Se estima que como promedio, la concentración de testosterona en el plasma sanguíneo en un adulto humano masculino es diez veces mayor que la concentración en el plasma de adultos humanos femeninos.
Sin embargo, a medida que el consumo metabólico de la testosterona en los hombres es mayor, la producción diaria es de aproximadamente 20 veces mayor en los hombres, pues las mujeres son más sensibles a la hormona.
Algunas investigaciones realizadas a nivel mundial indican que para la mayoría de los hombres sanos analizados los niveles de testosterona considerados «normales» varían significativamente. 
A partir de los 40 años los índices de testosterona disponibles comienzan a disminuir un diez por ciento por década. De hecho, no toda la que producen las glándulas corre libre por el torrente sanguíneo, sino que una buena parte es atrapada por otras sustancias como la globulina y la albúmina.
De ella queda restante la poca testosterona que circula libre en el organismo que se conoce como testosterona biodisponible, la cual varía en cantidades con la edad, en unos hombres más que en otros.
Esta disminución impacta la calidad de vida y puede ser un factor de riesgo a largo plazo vinculado con determinados problemas de salud y sexualidad. Se dice que cuando el deseo es menor que meses o años atrás, se achaca de inmediato a la falta de testosterona, pero solo acuden en busca de ayuda médica una parte de los que ven en peligro su desempeño sexual.
En no pocas ocasiones los hombres evaden la consulta médica incluso por este motivo. Se debe tener en cuenta que la disminución de testosterona también puede ocasionar cambios emocionales, psicológicos y de conducta.
A ello se suma una menor masa muscular, pérdida de la resistencia, aumento de la grasa corporal a nivel central y superior del cuerpo, osteoporosis o huesos débiles y lumbalgia, e incluso riesgo cardiovascular. 
Desafortunadamente, no todos los afectados los que buscan una opinión especializada por temor a poner su «hombría» en peligro, y con ello solo logran complejizar un problema que puede tener solución y un tratamiento efectivo cuando se trata a tiempo.
LA DOSIS EXACTA 
Si preocupante es la disminución de esta hormona en el torrente sanguíneo, también lo es su exceso. Generalmente producido por el uso de esteroides anabolizantes, este recurso en el que caen algunos deportistas y fisiculturistas creyendo que con eso duplican el poder de sus músculos, puede resultar muy engañoso y peligroso. 
Según las investigaciones médicas la testosterona sintética es susceptible de sufrir un cambio inesperado en su metabolismo y convertirse en estradiol, hormona encargada de acentuar características sexuales secundarias femeninas, como la aparición de senos y la producción de leche. 
Es importante mantener siempre un equilibrio y no perder la perspectiva de esta sustancia, como parte integral del funcionamiento del cuerpo humano. Si bien se le conoce como hormona del deseo, el papel de la testosterona en el desempeño sexual no absoluto, pues tampoco actúa sola.
En el encuentro íntimo la incitación de esta hormona va acompañado de sus homólogas la oxitocina, la cual favorece los vínculos interpersonales y estimula los órganos sexuales; y la adrenalina, que es la mensajera de la acción y responsable de los cambios visibles en la persona excitada, tales como un rápido palpitar, sudoraciones, respiración desenfrenada.
Una vez juntas las tres no son tampoco definitivas en la situación amorosa. Las emociones como todo proceso afectivo de la mente humana requieren de algo más que la química para su funcionamiento.

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El perfume de cada cuerpo


Cada cuerpo segrega un olor único… sin embargo hasta hoy no se ha podido determinar si existen “aromas” humanos capaces de despertar los instintos más primitivos y naturales de quienes nos rodean...

Se dice que la nariz humana puede detectar nada más y nada menos que unos 10 000 olores distintos, y para ello requiere cerca de 400 genes funcionales, muchos más de los que necesita el organismo para cualquier otra función.
Tal vez por eso cada ser humano tiene un “aroma” que le caracteriza y le identifica, así como lo hacen sus huellas dactilares o su ADN. Esta composición del más exclusivo de los “perfumes” puede estar relacionada con las variaciones reproductivas, el sexo y la edad.
Sin embargo, aunque desde que hace más de 50 años se acuñó el término de feromona para definir a aquellas sustancias químicas secretadas por los seres vivos, y captadas a través de los olores o la percepción olfativa, con el fin de provocar comportamientos específicos en otros individuos, aún no se sabe a ciencia cierta si hay olores humanos que pueden despertar los instintos subconscientes más primitivos de quienes nos rodean.
Según señalan las investigaciones, cada olor activa múltiples receptores del sistema olfativo y ese patrón produce señales químicas que el cerebro puede reconocer como un aroma en particular, y le indica una actitud determinada.
Si bien se sabe que los insectos y los animales responden automáticamente a las sustancias químicas dejadas por sus congéneres e incluso algunos tienen un órgano especial dedicado a ello, los científicos no han podido hallar los componentes 
responsables de ese fuerte efecto psicológico en los humanos.
Hay estudiosos que sostienen que nunca encontremos una “feromona humana”, con tales funciones, pues nuestra libertad para elegir se interpone en el camino de la “atracción” y no se puede identificar si existen solo señales químicas que pueden influenciar el comportamiento del hombre y la mujer.
No obstante, uno de los casos más ilustrativos de la posible existencia de las feromonas humanas es la frecuencia con que mujeres que viven cerca durante un tiempo acaban sincronizando su ciclo menstrual.
Ello fue sugerido por primera vez a principios de los años 70 por Martha McClintock, de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos. Para finales de los 90 se decía que había encontrado evidencias que apoyaban su hipótesis, aunque fue incapaz de determinar la sustancia química que tenía ese efecto específico.
A partir de entonces se generaron disímiles cuestionamientos. Algunos de ellos sostenían que si fuera posible interferir de verdad en las hormonas femeninas de esta manera y afectar el ciclo menstrual de las mujeres, se podría crear un anticonceptivo para inhalar.
PARA OLERTE MEJOR
Sin dudas, una de las relaciones comprobadas entre los olores y las actitudes humanas es el miedo, con la expulsión de adrenalina, un comportamiento que sucede como respuesta de los animales, y tiene un equivalente humano.
Lo cierto es que las teorías van a las experiencias más diversas. Recientemente un estudio aseguraba que el olor que emana de una mujer que amamanta aumenta el deseo sexual de las otras féminas, o sea, que funciona como un estímulo para que las demás se motiven a la reproducción.
En un intento por aclarar o entender un poco la lógica de este pensamiento se dijo que ello podría deberse al hecho de que en las primeras comunidades humanas tenía sentido tener a los hijos al mismo tiempo.
No obstante, la mayoría de las investigaciones se han centrado en dos sustancias. Por una parte está la llamada androstadienone, que se encuentra principalmente en el sudor masculino; y por otra, el estratetraenol, la cual se halla en la orina de las féminas.
Algunos estudios han mostrado que la primera puede enviar señales al cerebro de las mujeres, aunque no está claro si ello modifica su comportamiento frente a los varones; y viceversa.
El sentido del olfato funciona de forma distinta en cada uno, por lo que es indiscutible que el olfato desempeña un rol importante en las relaciones sexuales, incluso desde antes del cortejo.
En los humanos se ha evidenciado también cierto efecto conductual de los olores, concretamente en la conducta de emparejamiento, y sobre todo en el caso de la mujer, que parece ser más sensible a gran variedad de olores y sustancias, especialmente en la etapa fértil del ciclo menstrual.
El olor corporal puede proporcionar información sobre el sistema inmunitario del individuo, llevando a la elección preferente de compañeros con un patrón diferente al propio, o similar a lo que tienen concebido como ideal.
Un caso clarificador es el de cierta secta endógama estadounidense, en la cual las coincidencias en las parejas son menores que las esperadas por emparejamientos al azar.
Los experimentos indican que tanto hombres como mujeres muestran preferencia por olores axilares de individuos con patrones de histocompatibilidad diferentes al propio.
Pero esto no indica necesariamente un efecto directo de ciertas sustancias sobre la conducta, pues dicha preferencia puede ser explicada por una comparación entre el olor propio y el ajeno.
Además, los olores que desprendemos son distintos según la parte del cuerpo en cuestión: el pelo, el aliento, las axilas, los genitales, los pies... y ese “aroma” emanado por alguna de estas zonas puede resultar atractivo para uno u otros.
La ciencia indica que aún es difícil saber si los olores que emanamos y que nos pueden resultar atractivos van a resultar seductores a nuestro objeto de deseo.
Independientemente de que se pueda percibir el olor de las feromonas, el cerebro humano detecta aromas, olores y esencias que aumentan o disminuyen la atracción de una persona a otra. Como en tantas otras cuestiones, para los olores hay gustos de todos los tipos…

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